18/11/12

Sólo una palabra



Le dicen "el chino". Tal vez por sus rasgos de origen asiático.
Hacía meses que ella lo esperaba con ansiedad, contando los días que faltaban para encontrarse por fin cara a cara.
Todo ese tiempo previo fue perfecto: Imaginó ese instante de todas las maneras posibles. Planificó cada detalle para que todo estuviera en su lugar, para que su hogar le resultara un cálido refugio. Toda la familia compartió su ansiedad y sus fantasías.
Ella estaba preparada para el giro que daría su vida cuando llegara ese momento. Sabía que nada sería lo mismo pero nunca pudo adivinar la dimensión de ese cambio.
Por fin llegó el tan ansiado encuentro. "El chino" invadió ese lugar de un modo audaz, desafiando todos los sueños, tirando abajo muchas ilusiones, llevándose por delante largos meses de emociones.Ella se sumió en la depresión más profunda, se preguntaba qué podía haber hecho mal para merecer tanta tristeza, por qué su mundo se desmoronaba de repente y la dejaba indefensa, quebrada, desolada.
De repente todo pasó a ser nada, la nada misma.
Las dos rayitas que le habían alegrado la vida, la ropita que mes tras mes llenaba los cajones y su propia existencia, se convirtieron en un sueño que otro debía haber soñado. Todo le resultaba ajeno. Esa no podía ser su realidad, ese no podía ser el encuentro tan largamente acariciado.
Sólo ella conoce lo que le costó mirarse en sus ojos.
Sólo ella sabe el dolor que esa mirada le provocaba.
Sólo ella...y su compañero de ruta, con el que debían comenzar a recorrer un camino muy distinto al que conocían, un desafío para el que no se sentían  preparados.
A través de sus lágrimas pudo adivinar sus mejillas rosadas, sus dedos acariciaban con dolor su pielcita de durazno y por fin sus ojos pudieron posarse en esos otros: pequeñitos, dulces, achinados... Fue en ese momento, en que sus corazones se encontraron. Fue el instante en que supo que esa pequeña vida dependía pura y exclusivamente de ellos.
En el momento de volver a su casa, comenzó un duro recorrido por consultorios médicos, leyendo con avidez cuanta información se cruzara en su camino. Evitaba encontrarse con esas molestas miradas que le confirmaban que su hijo era diferente.
Y sí ... es diferente. Es un ser puro que le hizo conocer cuánto es capaz de dar.
El tiempo fue pasando y juntos aprendieron a conocerse, a reconocerse en el otro y a disfrutar de tenerse.
Se convirtió en un diablito lleno de picardía, de simpatía irresistible y capaz de las travesuras más divertidas.
Con su hermano formaron un dúo dinámico, estableciendo un pacto silencioso, en el que saben que serán incondicionales, el uno para el otro, para el resto de sus vidas.
Año tras año "el chino", fue llenando ese hogar de magia, de risas, de emoción, de ternura, de felicidad completa.
Ella nunca pudo imaginar ese primer día en el que se miraron cómo iba a transformarse su vida.
En ese momento no sabía cómo iba a seguir viviendo con semejante tristeza. Hoy...no sabría cómo vivir sin la felicidad que le da su presencia en su vida.

¿Down? Es sólo una palabra...